La tarta seguía encima de la mesa. La niña estaba impaciente por soplar. Ella hubiera preferido que fuera en su casa. Llevaba puesto el gorrito de fiesta y se había pintado dos rosetones de coloretes en las mejillas. La pintura se cuarteaba en torno a sus arrugas. Hubiera preferido que fuera en su casa. Aún así estaba contenta de poder celebrarlo. Alrededor no estaban sus mejores amigos, pero al menos este año, tenía compañía
Aún recuerda como sus padres le prometieron una gran fiesta con los otros niños del colegio. También recuerda las llamas, que prendían locas en las cortinas, cuando decidió borrar ese día en que no vino nadie. Sólo papá con su secretaria y mamá tras tomarse sus pastillas de colores. ¿Por qué era tan difícil que los demás la quisieran?
En sus ojos se reflejaban las luces de las velas. Le causaban una especie de felicidad calentita en el pecho. En las celdas de al lado le cantaban “Feliz cumpleaños”