Llamaba a la puerta
Y nunca se abría
Y pensaba no es mi sitio.
Después debía defenderme,
Explicar las razones por las cuáles la puerta seguía cerrada
Por qué la puerta no tenía tiradores
Por qué la madera era vieja
Y por qué no era capaz de abrirla...
Me defendía de mi derrota,
De los atacantes
Y defendía la puerta a veces
Nada más
Que una puerta vieja o inaccesible.
A veces me culpaba a mí misma
Por no abrir la puerta
O por la falta de credibilidad de mi defensa.
Otras, la puerta era un muro
Y no dejaba de golpearme con él.
A veces el muro era un grupo de gente
O una sola persona,
A veces me echaban de allí
Y tenía que llorar a escondidas
como un animalito abandonado
Mientras ponía buena cara
Porque no hacerlo era indefendible.
(Luego a posteriori tendré que defenderme de todo lo dicho y lo no dicho,
Porque la manera de decirlo
O haberlo dicho o callado,
También, si se puede,
Se pone en tela de juicio.)
(El caso es andarse en litigios
Y tener endeudados los quereres
Y en llegando al senado,
Ser la minoría inoportuna)
Así esperaba en las proximidades
Con sonrisa resignada al breve momento
De participación secundaria,
Tan marginal que no molesta y
No requiere defensa.
Si tengo que llamar a la puerta dos veces
Prefiero bailar bajo la lluvia,
Desafinar contra el viento...
Aún así llamo
como un toc con esperanza
O un rastreador de agua...
Esperando que alguien reconozca
La virtud extraña
(De donde venía ya ni lo sé,
Errar entre portales
Hace perder la memoria)