
Sé que todavía es muy niño, pero abraza con la sabiduría y ternura de un sabio. Él se salva del asedio de mis neuras, su franqueza, no deja lugar a dudas... y siempre está ahí, aunque solo consiga ver parte de los fuegos artificiales, aquellos que suben por encima de los edificios. La otra parte de la realidad queda velada, negada, oculta... una realidad parcial hecha de fragmentos, de esperas, de luces y sombras. Pero D es todo luz, no hay puntos de oscuridad en él. 

Mientras voy cayendo en el sueño, le cuento todo, las palabras fluyen con una sinceridad absoluta, como torrentes de agua clara o turbia, libre.. después duermo profundamente. No hay egoísmo, ni posesividad, ni interrogación o exclamación, ni temporalidad, ni esperar más que lo que hay, sólo hay una compañía dulce y una infinita calma.
(Cartas a D)
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