La sensación de no haber tenido nada es mala,
pero aún peor
es sentir que lo que fue poco
era grande
porque en ello tu dignidad se doblega
y te conformas pronto.
Lloras y añoras lo que fue malo o injusto
porque fue lo único que poseíste
y luego lloras porque haber cedido
tus lágrimas a tan mísero anhelo.
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