11 nov 2018

Gritar o no

Había salido corriendo de allí, corriendo con la voz porque las piernas le fallaban. Se había aferrado al pomo de la puerta, gritando que la abriesen y dejasen ir. En medio del ataque se le había quebrado el corazón en mil pedazos. El agresor no entendía su crimen: ponerse a caballo y ver si podía llegar a la meta sobre ella. Ser negado tres veces no pareció ser suficiente.

Por suerte había podido gritar. Si hubiese bebido un sorbo más quizás no habría podido defenderse, se hubiera dormido del todo. Si se hubiese quedado quieta, mientras él hacía lo suyo puede que sus amigas la hubieran consolado en lugar de culparla por beber y estropearlas su plan.

 Pero ella sólo había sido adormilada con vino. Tampoco era tan grave dejarse hacer …y morir. Te lo mereces, chica.

Afortunadamente gritó. El trauma que quedó fue el de la soledad. Ser mujer y resistirse es un acto solitario.


 A él le olvidó, a ellas nunca las perdonó. Ellas la habían vendido para seguir con lo suyo. Ellas, sus amigas, compañeras.

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