Un nardo blanco se tiñe de rojo sobre mi pecho izquierdo....
Se agarrota el espíritu con la savia
y duermo,
duermo mientras me habitan,
me corrompen.
NO soy una flor,
soy una pieza mecánica creada en serie.
No pasa nada.
Has cosido las cortinas,
ahora corren bien sin rozar el suelo.
No se ve nada a través de ellas.
Eliges lo que ves, (y no me ves)
pero, cuidado,
la sombra crece sin permiso.
Soy roja, toda roja
y mi voz suena muy bajito.
¿Te acuerdas como recorría los pasillos a ciegas,
guiada por la voz de mi madre?
Ella hoy no está orgullosa de mi,
está triste,
pero no quieres decirlo.
Como añoro el trabajo artesanal
de inventar sueños,
ahora no puedo,
soy engranaje,
uno disfrazado de flores,
para engañarme.
Pero aún siento la brisa
que mueve las hojas y besa el metal...
Aún lo siento.
Sentir es doler y oxidarse,
la rebelión es un oxido antiguo.
Rojo anaranjado,
naranja rojizo
se luce el nardo en la metropolis bulliciosa.
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