30 jul 2009

VUELTA


Caminaba entre esos callejones, invadidos todos de silencio. La sensación no me resultaba extraña y esa soledad no era hostil. La violencia de las ausencias suele ser fuerte y dolorosa, pero no era el caso. Es cierto que el andar al azar crea una curiosa sensación de perdida y vacío. Es verdad que me aislaba, en muchas ocasiones, de manera voluntaria.



Pero caminaba por calles y la sensación era de paz y me serenaba. Podría haber fingido que llevaba allí mucho tiempo y que nada de aquel trágico día había sucedido. Sabía que por delante había aún un largo camino y éste no era de vuelta. No había vuelta atrás. No hace demasiado tiempo hubiera querido tirar por esas cuestas algo más que mi rabia. Ahora que ya no queda apenas rabia comenzaba a pensar que levemente avanzaba. No podía seguir escondiéndome más.



Me apoyé en una puerta y vi un camión de basura pasar por una de las estrechas calles. Parecía imposible que un vehículo tan grande pasará por ahí (lo cual por otro lado permitiría a mi nave aterrizar y llevarme a casa). Era casi surrealista, rugía en medio de aquel silencio sin que un ápice de aire se moviera. Me encantaría que el tiempo se hubiera parado.



Cuando dobló la esquina un gato salió lentamente por la misma, se acerco, me miró (como si supiera mi secreto) y maulló con tono recriminatorio. Recordé entonces que todo tenía consecuencias, aunque pareciera que no era así. Tenía que volver y resolver mis cuentas pendientes, ocultar las pruebas y seguir sin mirar atrás.