sapos y princesas
se merecen un instante:
aclara la voz
y no te quedes distante.
Mi bello príncipe,
que en posible sapo, temible momento,
convertirás
mientras el lecho se deshace
y la lana sudada y sucia sale de la funda de seda,
has de saber
que yo,
que versos escribo
con mala rima y nula gracia,
que peino cabellos largos
y recito conjuros de bruja,
no soy princesa.
No soy princesa,
ni estrella, ni modelo,
ni hada, ni meiga,
pero te amo como la tierra,
tangible, real, dura,
muda, callada, eterna.
Tú no eres príncipe,
así que así
sin lindezas te espero
y dure, quizás,
más o menos que el cuento.
Abrázame fuerte
que sin sentido quiero
tu lengua anfibia,
tu cuerpo fiero.
(2007)
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