13 jun 2016

Partículas suspendidas de luz

Hay luz y silencio...
es tan hermoso.
Si me callo puedo sentir como no existo,
como se ve el mundo sin mi.

Salgo de mi cuerpo y sobrevuelo la estancia,
un cuarto solitario y abandonado
en medio de un proceso habitabilidad.
Aquí vive alguien que está en ciernes,
en construcción,
en plena meditación y confusión de si mismo.
Ese espejo medio roto aún sirve,
uno se puede observar en el trozo que queda.
Las bombillas son raquíticos capullos
desprovistos de hojas,
con el tallo desnudo y famélico.
La decoración es impersonal,
apenas hay marcas de mi paso
mientras el grifo gotea entre lamentos.
La luz hace que cada ausencia brille
con belleza
como si hubiera una intención y una dolencia
detrás de cada una.
Antes de volver en mi,
veo un mundo en el que puedo no estar,
donde mi mano es invisible,
pero un mundo que no se concibe sin ti.
Mi punto es sostenerte en el vacío
sin que te caigas
apilar los libros sin que sea una acumulación,
por mi esos objetos que no hablan
tienen sentido,
pues sin mi,
dirían otra cosa de la persona que vive en ellos.
Es en mi sombra donde cada uno me saca valor,
no en la opulencia de mi protagonismo.
No soy decoradora sino donante de sentido en segundo plano.

Regreso.
Ya son las diez.
El viaje duró más de lo esperado,
ya que volver siempre es más duro de lo que parece.

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