28 mar 2007

LA VOZ

Entró en el autobús con el cansancio de una jornada de total aburrimiento y le vio al fondo. Aquel hombre le resultaba familiar. Enseguida cayó en la cuenta de que le conocía, alguna vez en su adolescencia, en el instituto en el que duró un par de meses, le había llamado la atención, incluso habían sido colegas y a ella le había hecho algo de tilín. Indudablemente ahora estaba distinto, sobre todo por el pelo, que había caído de la frente tiempo atrás.(Su niña interior le dijo : menos mal... liada con un calvo, con uno de los que tratan de negarlo y, lo que es peor, ocultar su alopecia... menos mal que no... chincha!!). Pelillos a la mar aparte, seguía más o menos igual, o eso creía hasta que le oyó hablar por teléfono y, entonces, él se convirtió en un extraño del todo. No se suele valorar la voz lo suficiente, a no ser que se trate de una voz importante, fuerte, con personalidad propia que imprima a su locutor de una presencia única. Aunque no sea así, y nuestra voz sea vulgar, nos define, nos hacer ser como somos. Una persona puede pasar desapercibida con una voz diferente, incluso puede borrarse de la memoria a una persona sólo con no reconocer su voz. Si ya ese sonido se ha oído en palabras bellas nunca ya podrás separar a la persona de él. De hecho, es posible que reconstruyas a una persona a partir de su voz y vuelva a tu memoria en un instante.

Puedes añorar una voz, incluso el aliento de la voz, la textura de una voz, su calidez, una risa, una onomatopeya... Hay gente que no podría ser recordada si se quedara muda. Lo primero que desaparece de la gente que no importa es su sonoridad. Si has olvidado su voz, es muy probable, que ese recuerdo se diluya y se pierda entre toda la información dispuesta a desechar para que quepa en tu cabeza aquello realmente importante. Podría darse que desapareciera la imagen y quedara el recuerdo, sólo esa onda inconfundible y personal, esa carcajada, ese gemido... porque en la voz hay significado, forma, sentimiento y música, ritmo, vibración. Cuando alguien se va, desearías no sólo volver a verlo o tocarlo, sobre todo quieres volver a oírlo, te bastaría con oírlo para sentirte mejor, porque la voz, además, es capaz de volar. Cuando te vas, tu ser aún está en el aire, viajando, transformándose, y sólo si el oído adecuado lo captó quedará en el cerebro para siempre y nunca serás olvidado si para el sujeto eras querido o apreciado. Así podrías ser inmortal, o si no viajarás por el aire hasta perder toda la fuerza en, esperemos, un lugar hermoso.

¿Y tú mismo? ¿Has escuchado tú voz?¿Ese medio que permite a tu alma y a tus pensamiento tocar el viento y que es único? ¿Qué pasaría si fuera otra? Es probable que no la echaras de menos, pero ya no serías tú, sino otra persona. Quizás te comportarías de acuerdo a tu nuevo timbre, tu personalidad se vería afectada por su gravedad. La gente se extrañaría y no asociaría tu imagen a su recuerdo sonoro. Necesitarías un período de adaptación, después del cual ¿qué?

Ella si que extraña la voz, pero no la del viajero del autobús, que no es nadie relevante. En el mismo momento de sentirse extrañada con la escucha de aquel hombre, recordó miles de voces amadas presentes en su melancolía y el sonido negado de su propia voz en palabras dichas mentalmente a las personas de su vida. Esas palabras que no merecían oír o no se atrevió a pronunciar y, a veces, ambas cosas. Aquellas que en su voz resultaban perfectas y preciosas porque sonaban a si misma de la única manera que podía darse, con su voz.

(Cartas a D)

No hay comentarios: