7 jun 2007

VARIOS (1)

La noche era guardada por los centinelas de acero que vislumbraban a sus pies síntomas de agitación. En la parte más alejada del bosque una chiquilla recogía moras entre sollozos para hacer las tartas que los perros habían destrozado justo antes de caer la noche. Lloraba porque estaba cansada y porque se acordaba de las noches en las que salía a escondidas a contar las estrellas y a narrar cuentos hasta que él se dormía. La angustia hacía que mientras recolectaba las frutas alguna se desgranara entre sus dedos, era como si las lágrimas cayeran de sus ojos y de sus manos.

En el pueblo, las hogueras se encendían aún un poco en silencio, los aldeanos preparaban una rebelión. Él, ciego de ira, había urdido un plan para hacer caer al tirano, aquel que le había separado de la muchacha, condenada a trabajar en los fogones del palacio, siempre trabajando incluso en labores absurdas.

No hay comentarios: